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"La cosa más caritativa que una familia numerosa puede hacer a uno de sus hijos es matarlo" |
Alexis
Carrel (1873-1944) cirujano y biólogo, miembro del Instituto
Rockefeller de Nueva York, premio Nobel de Fisiología y Medicina
1912, escribía:
"La eugenesia es indispensable para la
perpetuación de los fuertes. Una gran raza debe propagar sus mejores
elementos… Las mujeres [sin embargo] se deterioran voluntariamente
mediante el alcohol y el tabaco. Se someten a peligrosos regímenes
dietéticos para adelgazar.Además, se niegan a parir hijos. Semejante defección se debe a su educación, al avance del feminismo, al incremento de un egoísmo ciego…
La eugenesia puede ejercer una gran influencia sobre el destino de las razas civilizadas…
La propagación de insanos y débiles mentales… debe evitarse…
Ningún crimen causa tanta miseria en un grupo humano como la tendencia a la demencia… Obviamente, los que son víctimas de una pesada herencia ancestral de locura, debilidad mental, o cáncer, no deberían casarse…
En consecuencia, la eugenesia exige el sacrifico de muchos individuos…
…Las mujeres deberían recibir una educación superior, no para convertirse en médicos, abogados o profesores, sino para poder educar a su prole como a valiosos seres humanos.
Queda sin resolver el problema del inmenso número de defectuosos y de criminales…
Como ya indiqué, se asignan hoy gigantescas sumas para mantener prisiones y asilos de locos, para proteger al público de gángsteres y lunáticos.
¿Por qué preservamos a esos seres inútiles y dañinos?
Los anormales impiden el desarrollo de los normales…
¿Por qué no dispone la sociedad de los criminales y los insanos de un modo más económico?…
La criminalidad y la locura sólo pueden evitarse mediante un mejor conocimiento del hombre, mediante la eugenesia, mediante cambios en la educación y en las condiciones sociales. Mientras tanto, hay que tomar medidas drásticas contra los criminales…
Probablemente, bastaría para restablecer el orden, con azotar a los delincuentes de menor importancia, o con recurrir a algún procedimiento más científico, y con encerrarles después por un tiempo en un hospital. Los que han asesinado, robado a mano armada, secuestrado a niños, despojado a los pobres de sus ahorros, engañado al público en asuntos importantes, deberían ser despojados y eliminados en pequeñas instituciones eutanásicas provistas de gases adecuados. Un tratamiento similar podría aplicarse con grandes ventajas a los enfermos mentales culpables de actos criminales."
En iguales términos se manifestaba Giné i Partagás, pionero en la psiquiatría "moderna" basada en hipótesis "científicas" de finales del XIX y principios del XX en España, y los juristas de renombre internacional el Ilustre Luis Jiménez de Asúa, penalista español pon antonomasia en 1918 y presidente de la república en el exilio hasta 1956, y el Ilustre Oliver Wendell Holmes -miembro del Tribunal Supremo de los EEUU en 1924.
La psiquiatría es esa profesión médica incapaz de hacer un diagnóstico basado en evidencias, que utiliza medicamentos sin base científica y cuya seguridad no está garantizada, y que lejos de servir al paciente, sirve a una maquinaria de control social que a veces se convierte en agente de la venganza social y política. El Psiquiatra rompe su juramento hipocrático y deja de ser el curador del paciente para ser el vigilante del orden social, pasa de velar por el bienestar del paciente a ser “policía del bienestar de la sociedad”, con el antiguo pretexto de que el loco es peligroso y necesita corrección y aislamiento. Ya lo decía la ley de internamientos de la República Francesa en 1837 -la primera-, que nació para proteger a la sociedad de los locos e inmorales.
La psiquiatría como
pseudociencia no ha conseguido validar ni una sola hipótesis sobre
ninguna enfermedad psiquiátrica presuntamente “conocida”. Se
desconocen las causas de cualquiera de las enfermedades, la evolución
o el pronóstico y cuando algún científico se le ocurre relacionar
la enfermedad mental con problemas metabólicos, intoxicaciones,
vacunas, parasitosis o infecciones, aparece la censura inquisitorial
para apagar la ciencia: “Estamos muy contentos con nuestra
pseudociencia. No molesten.”
La psiquiatría como
pseudociencia tampoco es capaz de explicar como las neurotoxinas que
llaman tratamientos, son capaces siquiera de mejorar la situación de
un enfermo. No hay controles de farmacodinamia ni de seguridad. De
hecho ningún paciente se cura con esos venenos y a lo más que se
llega es a adormecer la conciencia y evitar conductas sociales
displicentes o incómodas, eso sí, reduciendo de media en 20 años
la esperanza de vida de los pacientes y exponiéndoles a graves
riesgos de descontrol y violencia. Luego dirán que el enfermo mental
es peligroso y violento, cuando lo cierto es que SOLO los enfermos en
tratamiento son a veces violentos. No conozco ningún caso de una
enfermedad que curse con arrancarse los ojos a uno mismo o a otro, o
que lleve a una persona a estrellar un avión o a enfundarse una
escopeta y disparar a la gente, pero sí que se conoce el efecto de
las drogas psiquiátricas en este sentido y hay suficiente evidencia
científica de que la violencia la causan las drogas psiquiátricas.
Una paciente mía renuncio a defenderse y empezó a tomarse la
medicación pautada como le habían dicho. La encontraron dormida en
la ducha, bajo un chorro de agua hirviendo y tuvieron que amputarle
una pierna con graves secuelas en la otra (no conozco ninguna
enfermedad mental que curse con ese tipo de anestesia...).
La psiquiatría como
pseudociencia ignora y tapa los descubrimientos y análisis sobre la
peligrosidad de los tratamientos, la adicción y los efectos de
retirada que tantas muertes y desgracias causan e ignoran los
estudios científicos de las muertes que se han acreditado. El gran
problema de la medicación es que es tan peligrosa cuando se toma que
cuando se deja de tomar -mono-, pero siempre hay un psiquiatra
dispuesto a afirmar que el problema es el enfermo. Tapan en el colmo
del esperpento los fraudes de la industria farmacéutica que
sistemáticamente miente y esconde los resultados negativos, como los
casos de suicidios inexplicables de gente sana durante ensayos o que
nunca había tenido ideas suicidas.
El psiquiatra con su boli
mágico convierte lo ilegal en legal, ya sea un aborto, una
eutanasia, un crímen, una esterilización, una nulidad matrimonial,
etc. y puede decidir en base a su propio pensamiento mágico si
alguien va a la cárcel o al manicomio, si el delito se agrava o se
atenua por razones de "salud mental". Puede decidir
si un enfado o una creencia religiosa o política, es una enfermedad
o algo respetable; qué es conspiranoia y qué no; qué lucha social
es aceptable y qué lucha merece ser perseguida; qué identidades
sexuales existen y qué identidades no son reales. Todo por arte de
magia.
La psiquiatría como
pseudociencia y como ideología totalitaria debe verse auxiliada por
la fuerza y la coerción, y no tiene aliados en la ciencia o en la
moral, sino en los jueces y fiscales al servicio del estado y del
“interés general”. El psiquiatra de convierte en policía con
bata y se empeña en entrometerse en la vida privada de los pacientes
aun sin el consentimiento de los mismos.
El psiquiatra es quien de
forma absolutamente ilegal envía un fax al juzgado para solicitar un
internamiento involuntario, por causas falsa, sin urgencia necesaria,
ante medidas menos restrictivas e incluso por cuestiones de ego como
“no viene a mi consulta desde hace meses”. El psiquiatra es la
única persona que sin ser parte de un procedimiento, lo inicia y lo
mantiene y no necesita ni abogado ni procurador para conseguir una
resolución judicial que le favorezca. El psiquiatra es capaz de
enviar un fax a un juzgado para solicitar que la policía entre en un
domicilio para detener a un paciente que no quiere tomar la
medicación o que traslada a un paciente de madrugada en helicóptero
para hacer imposible las visitas de sus familiares.
El psiquiatra es ese
“profesional” que puede coaccionar y amenazar a una paciente
psiquiátrica para que aborte y hacerlo incluso sin su consentimiento
“por el bien de la madre y el bebé”. Hay un número
indeterminado de abortos coactivos en España a manos de psiquiatras
que no quieren que los ciudadanos veamos la catástrofe que le pasa a
un niño cuando nace después de haber estado sufriendo la medicación
psiquiátrica que tomaba la madre. Nacen con el síndrome de
retirada, con el mono, en la peor de las condiciones. No es bueno que
se vea lo peligrosa que es la medicación psiquiátrica, esa que
nunca ha curado a nadie. En Vigo en 2016, a una cliente mía le
dijeron que abortaría por las buenas o por las malas. La ingresaron
involuntariamente y el resultado se lo pueden imaginar y si no se lo
imaginan está documentado...
El psiquiatra es ese señór
que para proveer seguridad en las instalaciones psiquiátricas puede
decidir instalar cámaras de vigilancia en las habitaciones de los
enfermos, pero no le preocupa la seguridad dentro de la consulta, y
por eso en las consultas nuca pone cámaras o graba las consultas.
Allí no hay nada que grabar, pero en las habitaciones sí.
El psiquiatra también
cuenta con el apoyo de las “asociaciones de pacientes”
financiadas por las farmacéuticas (TODAS) y que a cambio de ayudas
reconocen lo que les manden reconocer, y el apoyo de organismos como
CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con
Discapacidad), que insiste en promover legislaciones que “faciliten”
el internamiento y tratamiento involuntario para mayor comodidad de
los cuidadores y para mayor seguridad de la sociedad.
Hace unos días casi me
echan de un congreso de juristas sanitarios -con grave afrenta al
honor en público- por decir cosas parecidas en una de mis
comunicaciones. Mi comunicación era posterior a la de dos grandes
juristas “funcionarios” que reconocían que “hay cosas que se
hacen muy mal, pero que no se pueden hacer mejor”; “los pacientes
deberían ser más agradecidos por todo lo que hacemos por ellos”.
Luis de Miguel Ortega
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